ISRAEL : Un pais amigo en la primera linea de frente, defendiendo la civilizacion Occidental frente al Islam.

                               Si tú caes, después será Europa

 

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Islamizacion de Europa : EURABIA

Dad a Israel una oportunidad

RAFAEL L. BARDAJÍ
Domingo, 04-01-09
NINGUNA nación sobre la Tierra aceptaría ser bombardeada permanentemente desde un territorio vecino y permanecer impasible. La actuación de castigo israelí contra Hamás en Gaza no debería ser, pues, una sorpresa. Lo verdaderamente sorprendente es que no hubiera sucedido mucho antes. Israel ha aguantado lo inaguantable: más de cuatro mil cohetes palestinos que si no han causado más muertes es en buena medida debido al inmenso esfuerzo realizado en la protección pasiva -en forma de bunkers- de las poblaciones del sur de Israel. Exigir un alto en sus operaciones militares a Israel es una inmoralidad así como una gravísimo error estratégico. El objetivo político de la UE y de la comunidad internacional no debe ser un alto el fuego sin más, sino un alto al terrorismo desde Gaza.
La manipulación mediática a la que nos tienen acostumbrados las facciones palestinas, terroristas o no, de nuevo está en marcha, ofreciendo por doquier las imágenes del sufrimiento de sus gentes, desgraciadamente inevitable en cualquier confrontación bélica. Es tan hábil que hace olvidar el sufrimiento al que los terroristas palestinos tienen sometido a una buena parte de la población israelí. Hasta la retirada completa por parte de Israel de Gaza en 2005, Hamás justificaba los ataques suicidas y por otros medios como un instrumento necesario para luchar «contra la ocupación israelí». Pues bien, desde que Sharon decidiera dejar Gaza a los palestinos, el único israelí en la Franja ha sido el desgraciado soldado Gilad Shalit, secuestrado hace dos años por milicianos de Gaza. Sin embargo, que Israel no fuera ya una «fuerza ocupante» no ha disminuido el ansia de violencia por parte de Hamás y de otros grupos palestinos en Gaza. Por una razón muy sencilla: lo que Hamás quiere no es la solución de dos estados conviviendo pacíficamente uno junto al otro. A lo que aspira el islamismo palestino es a un único estado en la zona, palestino e islamista. Por eso ni quiere ni puede renunciar a su objetivo de eliminar a Israel. Y por eso Israel se ve forzado a defenderse. Si no lo hiciera dejaría de existir simplemente.
Como en toda guerra no han faltado los corifeos clamando al cielo por la desproporción de la respuesta militar israelí. No sabemos qué propondrían como alternativa, pero lo que sí sabemos es que no sólo la actuación de las fuerzas armadas de Israel, la IDF, está siendo escrupulosa con el derecho de la guerra, sino que, además, está siendo altamente eficaz en la discriminación de sus blancos. Cierto, en toda acción bélica está el riesgo de causar bajas civiles inocentes, pero a tenor de lo que cuentan los observadores sobre el terreno y la sacrosanta institución de las Naciones Unidas, tal vez menos del 10 por ciento de las víctimas podrían ser consideradas como víctimas inocentes. El resto, el 90 por ciento, serían cuadros y milicianos de Hamás. Lo cual quiere decir, entre otra serie de cosas, que la ejecución de los ataques israelíes está mejor preparada que lo que la OTAN hace en Afganistán, por ejemplo, donde la proporción de muertes por error es bastante más alta.
En suma, a Israel le asiste el derecho para defenderse y lo está haciendo de la mejor forma posible, con justicia, legitimidad y proporción. Mientras que lucha contra los terroristas de Gaza, permite que la ayuda humanitaria fluya hacia los palestinos de la zona. Y hay que recordar que si Gaza es hoy un erial, se debe a la pésima gestión de los líderes de Hamás, mucho más interesados en aterrorizar a los israelíes que en crear oportunidades para sus votantes.
¿Por qué sería un error estratégico presionar a Israel para que pare su ofensiva ahora? Por una razón muy sencilla: porque acabar con los arsenales y los cohetes de Hamás no es suficiente y es eso lo que han estado haciendo hasta ahora los bombardeos de la IDF. Fue Douglas MaCarthur quien dijo que «en la guerra no hay sustituto para la victoria». Con la excepción de la derrota, claro. Y si hay una lección que debimos aprender de conflictos inacabados o mal acabados, como la guerra de Israel contra Hizbolá en el verano de 2006, es que la ausencia de una clara, rotunda y visible victoria, esto es, la ausencia de una victoria decisiva, se vuelve rápidamente en una derrota. La supervivencia de Hizbolá entonces se vivió por los suyos y buena parte del mundo árabe como una derrota israelí. Cierto o no es lo de menos. Es la imagen lo que importa.
Por eso, acabar con los cohetes de Hamás no es suficiente. Hay que sustraerle por completo el sentimiento de victoria y para eso hay que conseguir doblegar su voluntad. Si la comunidad internacional le da esperanzas a los dirigentes de Hamás de que si aguantan un poco, se va a obligar a Israel a parar sus acciones, lo único que se estará haciendo es alimentar su sentimiento de vencedor. Aún peor, se estará patrocinando directamente a los palestinos radicales frente a los moderados, esos con los que sí se puede hablar de una solución pacífica para todos. Si Hamás no sale derrotado políticamente, quien sí lo estará será la Autoridad Palestina, su presidente Abbas y el gobierno de Salam Fayyad. Una no derrota de Hamás le daría alas para intentar en Cisjordania un golpe similar al del 2007 con el que se hicieron con el poder en Gaza. Y eso sí que sería el final de todo proceso de paz. Por el contrario, si Hamás sale claramente derrotado, se abre una nueva oportunidad para que la Autoridad Palestina recobre su papel en la Franja de Gaza, hoy por hoy, de hecho, un estado palestino separado.
Por último, no podemos olvidar que si bien Israel está luchando para defender la tranquilidad de las poblaciones vecinas a Gaza, la derrota de Hamás no sólo traería nuevas oportunidades para una paz estable en la zona, sino que representaría un grave revés para los designios de Irán en la zona. En ese sentido no podemos olvidar que Israel no sólo está luchando por su seguridad, sino que también lo está haciendo por la nuestra, europeos y occidentales. Pararle los pies a un Irán cada día más crecido, irresponsable, provocador y a las puertas de convertirse en potencia atómica sólo puede ir en beneficio de la paz internacional. Es decir, de nuestra paz y seguridad.
Por todo ello, la mejor contribución que la UE y la ONU pueden hacer a la paz y la estabilidad en la zona es dejar que Israel alcance sus objetivos. Y eso es tan sencillo y fácil como no buscar y presionar para un alto el fuego prematuro, tal y como se hizo en 2006.
La presión internacional debe dirigirse en contra de nuestros enemigos, en este caso Hamás, no de nuestros amigos o salvadores. Israel debe sentir nuestro apoyo para que Hamás sienta su aislamiento y se sepa al alcance de los soldados israelíes. Hamás ha sido una desgracia para los palestinos, es el verdadero obstáculo para alcanzar una solución razonable del proceso de paz, y es una pieza más tanto del islamismo radical como de Irán, que juega con sus peones al norte y sur de Israel en su estrategia de hegemonía en el Levante. No hay que pedir contención a Israel, hay que promover que persiga la eliminación militar y política de Hamás. Menos que eso significaría postponer un conflicto de mayores proporciones.


 

Juan Morote 30/12/08 ld

Los europeos en general, y los españoles en particular, somos muy dados a la mojigatería de la equidistancia cuando lo políticamente correcto lo exige. De este modo, cuando se produce un conflicto internacional en el que participan los americanos o los israelíes, sea cual sea el origen del mismo, y sea cual fuere la posición defendida, la mayoría de europeos optan, de antemano, por considerar siempre que se podría haber evitado, aunque desconozcan los esfuerzos diplomáticos realizados con esa finalidad.

La mayoría de españoles, casi todos los votantes de la izquierda y buena parte de los de la derecha, se han convertido en unos sectarios del sentimiento humanitario. Así, la existencia de la base de Guantánamo es un grave problema de conciencia internacional, en cambio las prisiones castristas para los disidentes no. Es intolerable que una coalición liderada por los Estados Unidos invada Irak (aunque sea para democratizar el país), en cambio la violación sistemática de los derechos de la mujer en el mundo islámico no es sino una cuestión menor para ser abordada en el marco de la alianza de civilizaciones.

Me hace gracia –por no decir que me da nauseas– cuando oigo estos días comentarios en torno a la brutalidad de los ataques israelíes contra los terroristas de Hamas. La mayoría de medios de comunicación han jugado a incrementar el enfoque emotivo del problema, en lugar de plantear un análisis racional de la situación. Nos han enseñado cuerpos mutilados, algún niño muerto y mucho, mucho dolor. En la mayoría de casos se ha obviado que ha sido Hamas quien no ha respetado el alto el fuego, se ha omitido que la inmensa mayoría de los muertos habidos hasta ahora son terroristas, y lo más grave, se está ocultando la condición de terroristas de los miembros de Hamas.

Sin embargo, la cómoda equidistancia conlleva la emisión de juicios del siguiente tenor: "lo que deberían hacer judíos y palestinos es sentarse y negociar", "es que parece mentira que los judíos no quieran reconocer un Estado palestino", "qué horror lo que han hecho, a eso sí que no hay derecho"... De este modo se acaba queriendo conferir la condición de interlocutor válido a un grupo terrorista frente a un Estado democrático, respetuoso con los derechos individuales, como es Israel.

No se puede poner en duda, bajo ningún concepto, la legitimidad de la reacción del Estado israelí. Todos lamentamos las víctimas civiles. Bueno, todos menos Hamas, porque esas víctimas civiles, adecuadamente exhibidas, ayudan a aumentar el sempiterno antisemitismo latente en Europa. Hamas cuenta, para lograr este fin, con la inestimable colaboración de la prensa políticamente correcta de Occidente que será la encargada de presentar un niño palestino muerto en la mesa de cualquier espectador a la hora de la comida o de la cena. Nunca dirán si su padre, terrorista palestino, lo usó como escudo humano.
Israel ha hecho lo que debía hacer: proporcionar amparo a los habitantes de la zona sur (tan castigados por los ataques de los terroristas de Hamas), defender a sus ciudadanos, proteger la única democracia de Oriente Medio, rodeada y acosada por todo tipo de tiranías. La actitud de Israel sólo debería engendrar en Europa un profundo y sincero sentimiento de gratitud. Israel está dando una lección de responsabilidad ante la amenaza que representa el terrorismo de Hamas o Hezbolá. Frente a este ejercicio del deber, se sitúa la complacida equidistancia occidental y que tan bien encarna Moratinos cuando pide "Comprensión hacia Hamas". No señor ministro, comprensión hacia los ciudadanos israelíes cansados de que un montón de fanáticos asesinos intenten acabar con el sueño de su libertad.

 

Juan Carlos Girauta 29/12/2008

Nuevo enfrentamiento de Israel con el terrorismo, nuevo capítulo de una memorable historia de resistencia... y de incomprensión. Resucitan puntuales los viejos espectros, el antisemitismo hoy llamado antisionismo, hoy llamado pacifismo, hoy llamado movimiento pro palestino, hoy reforzado por la pirámide de Madoff (como es sabido, cristianos y musulmanes desconocemos la estafa, esa cosa judía).

¿De qué hablamos cuando hablamos de Hamas? De un respetable interlocutor democrático, si hay que atender a la mayor parte de la prensa occidental. ¿O se tratará más bien de una parte del amplio terrorismo islamista, global, posmoderno, reticular, tecnológico y bárbaro, resentido, suicida, rico, mendaz, posesionado del destino de infinidad de refugiados palestinos a quienes sus "amigos" árabes han deparado el eterno destino de coartada? ¿Sabe nuestra prensa lo que quiere hacer Hamas con Israel?

Al terrorismo mejor organizado, financiado y promocionado que hayan conocido los tiempos lo sufre en primera instancia y lo combate en primera línea Israel. Calla el periodismo como puta cuando caen los cohetes incesantes. Hemos visto titulares donde la muerte de niños israelíes por ataques de Hamas se presentaba como un "error" de los terroristas: ellos no querían matar a nadie. Por eso lanzan cohetes sobre la población civil. Los lanzan sistemáticamente, a diario desde hace años, los lanzan sin cesar, incluso cuando dicen estar en tregua, los lanzan para no reducir ni un momento la presión sobre los nuestros. Porque Israel, señores, por si no se habían enterado, son los nuestros.
Lo son por defender nuestro sistema de valores, por mantener viva la única democracia de la zona, por atenerse a las consecuencias de lo anterior juzgando y condenando a sus responsables políticos y militares cuando incurren en abusos que serían (que son) premiados en sus Estados vecinos. Lo son porque el judío es y seguirá siendo la figura que apela a Europa y, con ella, a Occidente entero; es el igual a quien hicimos diferente, el compatriota alemán, polaco, austriaco, francés que dejó de serlo de repente concitando un odio milenario, el chivo expiatorio que tuvo la grandeza, la dignidad y la valentía de levantar su identidad del exterminio, identificarla con los mejores valores de la civilización y preservarla desde el primer día de independencia de todos los ataques lanzados por las dictaduras árabes circundantes. Hoy, ni la Autoridad Nacional Palestina realiza análisis tan tendenciosos como nuestra prensa. Por la cuenta que le trae, aquélla quiere volver a la tregua. Lo mismo que Israel, y a diferencia de quienes la han roto.
 

-La espada del islam --Por Pilar Rahola


Basta leer a sus líderes para entender que Occidente tiene una visión inservible de la yihad .La yihad es la revolución permanente para el movimiento islámico", escribió Sayyib Qubt, uno de los ideólogos del fundamentalismo, en su libro más emblemático, "Señales en el camino", publicado en 1964. Su homólogo pakistaní, Abu Ala al Maududi, fundador de la sanguinaria Yamaa Islamiya -responsable de los atentados de Bali- fue igualmente explícito en los libros que publicó, antes de morir en Lahore en 1979: "o hay islam o hay yahiliyya", es decir, o hay islam, o hay apostasía, maldad contra Dios. La opción, pues, para el buen creyente se planteaba como inexorable. Años antes, Hasan al Banna, el fundador en 1928 de los Hermanos Musulmanes y padre espiritual de todas las organizaciones yihadistas del mundo, ya había asegurado que la yihad bélica era el único camino para retornar la gloria a la Umma, es decir para avanzar en el sueño de una comunidad musulmana planetaria. A diferencia de la yihad del corazón, que es una lucha espiritual, la yihad de la espada necesitaba organización, captación y acción violenta, y para esa triple necesidad, trabajaron a fondo desde principios del siglo veinte. Lo primero que resulta fundamental entender, pues, es que la violencia yihadista ni es un fenómeno reciente, ni es local, ni es explicable en términos de terrorismo clásico. Sus tiempos no son los nuestros, sus causas no son las obvias, sus movimientos no son previsibles.
Observado el fenómeno con la lupa geopolítica, sus motivaciones podrían vincularse a causas nacionales clásicas -Cachemira, Palestina, Chechenia, Mindanao, los uigures de Xinjiang…-, pero en realidad esas causas no son el objetivo del yihadismo, sino la fuente de sus justificaciones.
Solo hace falta leer los escritos de sus líderes, para entender que la concepción occidental del yihadismo, es inservible. Dokky Umarov, en su proclamación unilateral del Emirato Islámico del Cáucaso, lo dijo claro: "Nosotros somos parte indivisible de la Umma islámica y no es necesario determinar las fronteras. El Cáucaso está ocupado por kuffar (infieles) y apóstatas y es Dar al Harb, el territorio de la guerra, y nuestra tarea prioritaria es convertir el Cáucaso en Dar as Salam (la Casa de la Paz), estableciendo la charia y expulsando a los kuffar. Después de expulsarlos, debemos reconquistar todos los territorios históricos de los musulmanes, y estas fronteras están más allá de los límites del Cáucaso". Su homólogo, Ayman al Zauahiri, el ideólogo de Al Qaeda, escribió en la famosa fetua de 1998, "todo musulmán que esté en condiciones de hacerlo tiene el deber personal de matar a los americanos, a los judíos y a sus aliados, en cualquier país donde sea posible". Y así hasta el infinito. Como me he permitido señalar a menudo sobre del yihadismo, nuestro primer problema es que no leemos sus textos. Este es el decálogo para entender el fenómeno totalitario más importante desde el nazismo.
Primero, es planetario, es bélico y su trinchera es el mundo global.
Segundo, se alimenta de causas nacionales, pero no cree en ellas. Su finalidad es la República Islámica mundial.
Tercero, no presenta organizaciones clandestinas al uso, sino una filosofía general que permite la autonomía de sus seguidores, una especie de franquicia del terrorismo. --Cuarto, se nutre de jóvenes de barrios pobres, sin perspectivas ni esperanzas, necesitados de sentido en su vida.
Quinto, mezcla con perversa inteligencia épica, religión y nación, de manera que da trascendencia tanto terrenal como espiritual.
Sexto, lleva miles de muertos en todo el mundo. -Séptimo, su estrategia es la desestabilización permanente. ---Octavo, mueve mucho dinero.
Noveno, es minoritario en el islam, pero su movimiento genera millones de simpatizantes.- Décimo, usa el nombre del islam, pero es el principal asesino de musulmanes en todo el planeta.
Este fenómeno es el que ha asesinado a decenas de personas en la India. Y en Bali, y en Jerusalén, y en Nueva York, y en Buenos Aires, y en Yemen, y en Londres y en Madrid...